Un compañero, amigo y colaborador me manda la que será la primera historia de este nuevo apartado, "aquello que te pasa...", narrada en primera persona y con total anonimato. A continuación corto y pego fielmente lo que me relata con total exactitud. Recomiendo a los que sean sensiblitos que no lean lo que a continuación desarrollamos, pues podría herir de forma irreversible sus sentimientos...
8a.
"EL SEGUNDO DESAYUNO: LA MERENDOLA"
Ante todo me gustaría agradecer al protagonista de esta historia su valor al recordar los traumáticos hechos que relataré, y aun más importante, al darme permiso para divulgarlos (eso sí, manteniendo su nombre en el anonimato, según dice, para poder seguir viviendo en el mismo vecindario).
En esta historia real, NO SE HAN DRAMATIZADO LOS HECHOS, cosa que se suele hacer en la adaptación al cine de una historia real…no son hechos basados en la realidad, sino la realidad en el más crudo de sus estados (crudo de crudeza y de falta de cocción como podrán ver).
Corría un fatídico invierno de los últimos de la década de los noventa. La mañana era plomiza y pesada, y el aire frio y denso me pesaba sobre los hombros…había llegado el día del examen de inglés del libro de franqueasteis y no podía permitirme el lujo de faltar, sabiendo que esa asignatura era la espada de Damocles que podía hacer que pasara al bachillerato o repitiera la E.S.O.
Llevaba varios días sufriendo un resfriado de los de moco de pavo, con la cabeza embotada y febril y el cuerpo dolorido como si hubiera corrido la maratón…aun así me abrigue como pude, me arme de valor y cogí el autobús que me llevaría a ese presidio adolescente donde ya llevaba dos años de condena, y donde no estaba dispuesto a repetir uno más…
Corría un fatídico invierno de los últimos de la década de los noventa. La mañana era plomiza y pesada, y el aire frio y denso me pesaba sobre los hombros…había llegado el día del examen de inglés del libro de franqueasteis y no podía permitirme el lujo de faltar, sabiendo que esa asignatura era la espada de Damocles que podía hacer que pasara al bachillerato o repitiera la E.S.O.
Llevaba varios días sufriendo un resfriado de los de moco de pavo, con la cabeza embotada y febril y el cuerpo dolorido como si hubiera corrido la maratón…aun así me abrigue como pude, me arme de valor y cogí el autobús que me llevaría a ese presidio adolescente donde ya llevaba dos años de condena, y donde no estaba dispuesto a repetir uno más…
El azar, o tal vez la mano del diablo, hicieron que tras separar los pupitres para aislarlos, el mío callera en pleno centro de la clase. La fiebre me acosaba y el terror de enfrentarme a aquella prueba atenazaba mi garganta… Tras leer sin entender nada el folio que tenia frente de mi, mi cuerpo debió bajar la guardia y un galopante ataque de tos se desato en mi interior sacudiéndome con violencia.
Los ojos se me cegaron inundados por las lagrimas, y el zarandeo hacia que me meciera hacia adelante y hacia atrás mientras me cubría la boca para disimular. No sé cuanto duro ese vapuleo interno que me pareció eterno, pero recuerdo la sensación de las lagrimas por mi mejilla y como se me vino a la mente las imágenes árticas de gigantescos fragmentos de hielo desprendiéndose cada vez que la tos arrancaba las flemas que taponaban mi garganta, como la costra de grasa seca en la campana extractora de una cocina sin limpieza.
Para cuando los espasmos fueron disminuyendo su fuerza y mis compañeros volvieron a su examen, mi boca estaba llena a rebosar de una masa densa de textura parecida al blandiblu que me imagino seria verde lima o marrón-sanguinolenta.
Angustiado busqué por los múltiples bolsillos de mi chaqueta y pantalones en busca de un pañuelo donde volcar el denso y caliente pollito.
Angustiado busqué por los múltiples bolsillos de mi chaqueta y pantalones en busca de un pañuelo donde volcar el denso y caliente pollito.
Recuerdo haberme limpiado las lágrimas y haber abierto los ojos de asombro y terror tras cerciorarme por tercera o cuarta vez de que no tenía donde echarlo.
Mientras rebuscaba procuraba pasarme de un carrillo a otro aquello que a buen seguro tenia no solo vida sino alma, tratando de no masticarlo porque se colaba entre los piños…Lo pusiera donde lo pusiera el asco era el mismo, y mis glándulas salivares, trabajando a todo lo que daban, llenaron de baba (algo más fresca y liquida que las densas y calientes flemas) hasta que seguir con los labios sellados resultó casi imposible.
No podía pedir un pañuelo pues aquello se habría volcado sobre la mesa y quién sabe si habría huido arrastrándose como una babosa con sabe dios que intenciones…tenía los carrillos a rebosar y ahora la masa estaba sobre la lengua mientras las babillas se colocaban en la periferia. Como haciendo un vago intento de envolverlo y aislarlo. Pensé aterrado buscando una solución, era joven e inexperto y no podía permitirme salir de aquel examen, pues la asignatura estaría sentenciada…
Tomé una decisión y tras contar hasta tres abrí la garganta todo lo que pude para devolver a la bestia a donde procedía.
El buche me pareció eterno, mientras la masa gelatinosa parecía adherirse a dientes y lengua tratando de no resbalar hacia adentro.
Aunque hice lo que pude el cuerpo está diseñado para ciertas cantidades, y el pollito era demasiado grande para ser engullido de una vez.
Si hubiera sabido esto, tal vez habría tomado una decisión diferente que me hubiera ahorrado este trauma…pero ya que me había tragado la mitad el sacrificio estaba hecho.
Pensaba todo esto mientras sentía la mucosidad deslizándose por el esófago e impermeabilizándolo como si de una capa de plástico fundido se tratara.
Pensaba todo esto mientras sentía la mucosidad deslizándose por el esófago e impermeabilizándolo como si de una capa de plástico fundido se tratara.
Tras reflexionar y con la boca aun medio llena, trague lo que me quedaba mientras las nauseas casi se apoderaban de mi…No pude centrarme en el examen y me imagino que de nada hubiera servido, puesto que si hubiera sido en ruso no creo que hubiera sacado peor puntuación.
Después de terminar, abatido y febril, abandone la clase y llamaron a mi casa para que me recogieran, mientras en mi cabeza pensaba en como habrían sido las cosas si en lugar de deglutir hubiera expulsado aquello, casi casi como si de un copioso vomito se tratara…Mis compañeros hubieran creído que se encontraban ante un poseído, pero me habría ahorrado aquello…
Finalmente suspendí y aquello me ayudó a reflexionar y valorar mejor sobre la delgada línea de lo políticamente correcto y lo necesario para uno mismo.
Anónimo.
No hacia falta ser tan gráfico, por poco hago yo la segunda parte de lo que la boca aguanto y luego tragó, que asco!!! besos a todos
ResponderEliminarDesde luego pocas historias se conocen mas asquerosas que ésta, pero sin duda, el autor es digno de los mayores elogios imaginables, pues ha sabido expresar la historia con unas palabras tan adecuadas que nos han permitido a todos ponernos en el pellejo de este personaje "anónimo". saludosss
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